martes, 29 de enero de 2013

Se peinaba y peinaba

Se peinaba, y se peinaba, y se peinaba, y se peinaba, y se peinaba, y se peinaba y se peinaba. Y venga a peinarse. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que peinarse, y peinarse y peinar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a peinarse. Peinaba todo y cualquier cosa, su pelo, los perros, los gatos, el sofá, la alfombra, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus 3 meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de allá. Le metí la tijera en el pelo y agarré el peine para detenerla. No se murió de eso, sino de no peinarse: se le reventaron los pelos del pelo por dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario