martes, 29 de enero de 2013

Cantaba y cantaba...

          Cantaba, y cantaba, y cantaba, y cantaba, y cantaba, y cantaba, y cantaba. Y venga cantar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que cantar, y cantar, y cantar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a cantar. Cantaba de todo y sobre cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: cantaba pop, cantaba rock, cantaba ópera... ¡Por Dios! Le metí veinticinco caramelos de menta en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no cantar: se le reventaron las notas musicales por dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario