LLORABA Y LLORABA...
Lloraba y lloraba y lloraba y lloraba y lloraba y lloraba. Y venga a llorar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que llorar y llorar y llorar. Estuviera ya donde estuviera, venia y empezaba a llorar. Lloraba todo el tiempo y por cualquier cosa, lo mismo le daba ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarla sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal ojo. Hasta en el baño: lo siento por eso, lo siento por aquello, lo siento por lo más de allá. Le metí antidepresivos para que no llorase. No murió de eso, sino de no llorar: si le reventaron las lagrimas por dentro.
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